April 11, 2025

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TAKIFUGU

Por Adolfo Chouhy

Lo primero que hizo Kazuki fue la sopa. Esa sopa que tan bien le salía y cuya receta estaba en la familia desde hacía más de dos siglos. “Es sólo para ocasiones especiales”, le dijo su madre al transmitírsela junto a la mirada atenta de la abuela. Pero él ya había abusado de la receta y sabía que la policía no tardaría mucho más en apresarlo.

Luego vino el pescado, camuflado, disfrazado en pequeños trozos junto al arroz y los vegetales. Luego vino la gula de esos que él tan pacientemente había estado esperando que llegaran al restorán “¿está sabroso?” –preguntó- ante la indiferencia de esos miserables que no quisieron darle su licencia de cocinero de takifugu. “Domina muy bien el arte de la cocina y los cuchillos, pero consideramos que aún le falta madurar interiormente” –le habían dicho en el peor día de su vida ese Consejo de Maestros de la soberbia.

Entonces, ante la mirada impávida de Kazuki, comenzó entre los comensales el cosquilleo interno y ese ardor tan típicos, tan únicos… Todos se miraron, eran expertos en el arte de cocinar y servir peces venenosos. Luego fueron los retorcijones y los golpes al caer al piso y comenzar a morirse de a poco entre gritos desesperados de dolor.

Cuando la policía llegó al restorán encontraron los cadáveres de 15 maestros de cocina a quienes se les había quitado el hígado y, en ciertos casos, los ovarios. 

Kazuki sentado en la silla de maestro cocinero que había heredado de su familia los miraba, como invitándolos a comer.

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